¿Quién dijo que para estar en el centro de una plaza retratado en bronce tienes que haber librado muchas batallas, matado centenares de enemigos o reinado prodigiosamente durante toda tu vida?
El pueblo de Mostar con sus infinitas diferencias entre su población musulmana, serbia y croata ha elegido a «Bruce Lee» como su prócer. Sí, a Bruce Lee… que poco o nada tiene que ver con este pueblo, pero todos concuerdan en que él es un grande y que todos estén de acuerdo en algo en esta ciudad ya es un gran logro.
Monumento a Bruce Lee en Mostar, Bosnia y Herzegovina
Hasta hoy, la palabra prócer la tenía solamente relacionada con personas militares o políticos, de pelo canoso o algo calvo y que indefectiblemente tuvo que vivir su época de gloria en el siglo XIX.
Pero al buscar la definición en la RAE para hacer este escrito, me encuentro que un prócer puede ser básicamente cualquier persona que cumpla con estos requisitos:
Prócer: Como adjetivo, ‘eminente o destacado’ y, como sustantivo, ‘persona ilustre y respetada’.
Y después de pensarlo durante un buen rato (porque sí, yo me cuelgo con estas cosas), encontré que hacer un monumento a una persona tan célebre como Bruce Lee es una excelente idea.
Por ejemplo, en Argentina supongo que la mayoría de las plazas principales de todas las ciudades tiene un «San Martín» como monumento. En mi ciudad hay un teatro con el nombre de «Julio César Gioscio», un intendente caudillo que gobernó durante 20 años y en la última década se está nombrando espacios culturales y otros edificios con el nombre del ex-presidente «Néstor Kirchner».
San Martín, Julio César Gioscio y Néstor Kirchner
¿Adónde apunto con todo esto?
Que básicamente habrá un gran porcentaje de personas que no están muy felices con que su plaza, su teatro o su espacio cultural tenga el nombre de alguien con quien nunca estuvo de acuerdo ideológicamente (yo soy uno de ellos).
De esta manera, y aunque parezca ridículo, prefiero que en el centro de mi plaza esté un personaje ficticio, un deportista, un científico, un buen actor, un profesor de escuela, un escritor o un médico que haya beneficiado, mejorado, alegrado o aliviado las vidas de toda o la gran mayoría de la población, ya sea en forma nacional o en el ámbito local.
Inclusive no tiene por qué ser fijo, como si de un muñequito de Lego se tratase, se podría reemplazar el prócer cada cierto tiempo para darle más vida a la ciudad.
Les puedo asegurar que sería un golazo de mitad de cancha. Como prueba de ello, los invito a que cuenten cuántas personas se acercan a tomarse una foto con el monumento de Julio Argentino Roca en Buenos Aires y cuántas personas hacen lo mismo con los muñequitos de Mafalda, Miguelito y Susana en el antiguo barrio de San Telmo.
Mafalda, Manolito y Susanita en el barrio de San Telmo en Buenos Aires
Cada uno en su país, que piense en su posible lista. Yo aquí dejo los posibles candidatos para homenajear con una estatua de bronce en el centro de la plaza de mi ciudad mercedina:
Mafalda
Patoruzú
René Favoloro
Alfredo Alcón
China Zorrilla
Diego Maradona (tengo mis serias dudas 🤔)
Manu Ginóbili
Juan Manuel Fangio
Julio Cortázar
Hernán Casciari (excelente escritor y mercedino, tiene todas las papeletas el gordo para estar en el centro de la nueva y renombrada plaza «Hernán Casciari»)
Bernardo Houssay
Luis Federico Leloir
o el queridísimo Ricardo Tabossi (el mejor profesor, en general, que supo tener mi ciudad)
«Sacudido», así puedo describir mi comienzo del año 2022.
Con una escapada a México para celebrar mi cumpleaños junto a mi grupo aventurero español que se prende en cada una de mis propuestas locas (Rocío, Vanesa, Dan y en esta oportunidad se sumó también Sergio).
Junto a Rocío y Vanesa, en Tulúm, México
De regreso en Madrid me entero que una persona muy allegada tenía neumonía a causa del COVID y fue así que tuve que suspender mi regreso a los balcanes para continuar el viaje y tuve que sacar el primer pasaje que encontré a Argentina.
Lamentablemente esa persona a los pocos días falleció 😢.
Este viaje inesperado duró poco más de un mes hasta que pudimos más o menos pasar este mal trago.
Despedida familiar en Ezeiza
A pesar de tener ya cierta experiencia en la búsqueda de pasajes, me fue imposible encontrar una vuelta razonablemente a buen precio. Ya no pretendía algo barato, digo algo razonable.
Inclusive contando con la ayuda profesional de Vanesa, quien luego de buscar varios días me dijo: – Realmente no entiendo qué está pasando con los precios, están fuera de lo habitual. –
Puestos a gastar mucho dinero, decidí poner 100€ más (al robo inicial) para tener un vuelo directo a Ciudad de México y de ahí a Madrid. 4 noches en la capital mexicana me vendría de maravillas para relajar la cabeza.
La vida sabe premiar y en mi corta estadía en CDMX pude presenciar el concierto de Soda Stereo. Les juro que no tenía ni idea que tocaban en esas fechas. Aquí quiero agradecer a mi amiga Mariana que me cruzó toda la ciudad a velocidad de bomberos para conseguir los malditos tickets.
Tania y Mariana en «El Rey del Pavo», Ciudad de México
Una vez más en suelo español, y con tan solo una semana de estadía, pongo todo en orden para proseguir con el proyecto de Mauri en Moto.
De Madrid-Barajas a Barcelona-El Prat, y de allí combinación a Dubrovnik donde había dejado la motocicleta en un parking privado, allí por 07 de Enero de este año.
Tanto tiempo y tantas cosas pasaron en el mientras tanto que la batería me pasó factura. Estaba totalmente frita. La «puenteamos» y recorriendo unos kilómetros volvería a cargarse.
Marko, de Dubrovnik, me guardó y ayudó con todo lo referido a la moto en este tiempo.
Hago unos 100 kilómetros hasta Ploče, donde pasaría la noche para al día siguiente ir a la anhelada Mostar (en Bosnia y Herzegovina). Pero nada, la mañana me despertó nuevamente con una batería muerta, a pesar de haber recorrido toda esa distancia el día anterior.
Un taller del lugar me indica que en Makarska podría conseguir el repuesto. Hasta allí fui, unos 50 kilómetros alejándome de mi destino. Vuelvo a puentearla y salgo en búsqueda de la batería.
En Makarska, una ciudad bellísima al lado del mar y con un gigante rocoso a sus espaldas, di con el ángel «Antonio». Así es, este tipo de aventuras tiene un gran reparto de ángeles que están ahí, esperándote para ayudarte en el momento adecuado.
Esta persona fue con su auto a buscar la batería nueva, me mostró la factura, me la instaló y como teníamos que esperar 30 minutos hasta que los ácidos hicieran efecto, nos tomamos un café en una cafetería que estaba a pocos metros, repleto de hombres y muchos de ellos fumando… dentro.
Antonio, mi ángel salvador en Makarska, Croacia.
Pampero quedó como nuevo, si pareciera que hasta el andar fuera distinto. Era el mediodía, tenía tiempo de sobra para llegar hasta Mostar, el día era espectacular y las vistas de la riviera de Makarska eran un paraíso.
Volvía la alegría y esa energía indescriptible de andar en moto, cuando no hay ningún problema, cuando solamente hay que disfrutar.
Y así de a poco llegué a Mostar, una ciudad que me atrapa más por su historia que por su belleza (que aún así la tiene).
Aquí me quedaré un par de días para explotarla y aprender todo lo que más pueda.
Foto con el Puente Viejo de Mostar, Bosnia y Herzegovina
Muy cerquita de Koplik, una de las últimas ciudades de Albania en mi camino a Montenegro, había un lugar que quería conocer.
Siempre me interesó todo lo referido a la historia de la Guerra Fría, el comunismo y la antigua Yugoslavia, y hace un tiempo atrás llegué a un video en YouTube en que mostraban el caso particular de «Peter».
Para hacerla corta, el loco tiene un estudio de tatuaje y de arte en uno de los tantísimos búnkeres que mandó a construir el dictador Enver Hoxha durante sus 50 años en el poder, y que casualmente estaba mi plan de ruta hacia Podgorica.
Cuando llegué al sitio no había nadie, aunque el bunker tenía las puertas abiertas de par en par. A un costado había una pequeña choza hecha de maderas y cubiertas de plásticos. En su interior un sofá bastante roñoso, una gran caja de madera con cientos de granadas (la fruta, no de las que explotan) y un pequeño brasero encendido en el centro que aromatizaba toda la escena.
Me hubiese encantado gritar «Buenas y santas…», pero en territorio albano dudo que esto surgiera algún efecto más allá del propio grito. En su lugar salió un gringaso «Hello!» que todavía me hiere el orgullo.
Por un camino de tierra que conecta con una casa al costado aparece «Peter», un hombre de entre 50 y 60 años, con arrugas en la frente como surcadas por el viento frío de la zona y un corte de pelo que en más de una oportunidad me hizo acordar al actor que hacía de Wolverine (soy de terror con los nombres de los famosos pero les pongo una foto para que sepan de quién les hablo y del mencionado corte de pelo).
No es broma, así tenía el pelo «Peter»
Después de hacer las presentaciones de rigor me contó que compró el terreno hace ya varios años y que el bunker le vino de yapa. En ese entonces no era nada especial. De hecho «había muchos más búnkeres hacia abajo como yendo hacia el lago Skadar y también otros tantos en la dirección contraria, como subiendo la montaña».
Lamentablemente con el tiempo la gente fue destruyendo estos búnkeres para vender los pequeños trozos como souvenirs a los turistas voraces por adueñarse de un trozo de la historia. Algo similar ocurrió con muchos de los bloques que conformaban el muro de Berlín.
¿Soucenirs o atentado contra la historia?
– Me han llegado a ofrecer hasta 100.000€ por este bunker, y aquí sigue firme. – Me cuenta orgulloso Peter su deseo de conservar su gran tesoro.
Y me alegra que así sea, porque es uno de los pocos que he visto a lo largo de todo Albania y en tan buen estado.
En su interior reina un gran caos, muchos cuadros de arte que jamás compraría y una camilla bastante precaria y remendada con cintas adhesivas para los valientes que se animan a tumbarse y dejarse tatuar.
– No soy tatuador profesional, soy muy bueno con tatuajes simples – Palabras textuales de Peter.
Me alegro de haberme detenido. Pude conocer el bunker por dentro y hasta me imaginé en cuestión de segundos lo inútil que resultaría este tipo de edificación ante un supuesto ataque nuclear, ¿resistiría la fuerza de una bomba nuclear? De ser así, ¿cuánto duraría el racionamiento? – ¿Me vas a decir que la radiación no se filtraría por esa puerta? Dale… –
Después de los dos bocinazos de despedida Peter me frena y me regala dos de sus granadas – Son bios, nada de químicos – Las guardo en una de las maletas y continúo mi camino a Podgorica.
Llevaba un par de días preocupado por el fin de semana ya que el pronóstico daba lluvia desde la mañana hasta la noche, complicándome muchísimo los planes de moto.
Inclusive entraba en distintas páginas buscando otras fuentes que me dijeran aquello que quería oír, pero nada, todas y cada una de ellas daban lluvia y frío.
Cualquier otra persona se hubiese quedado un par de días más en Tirana hasta que el clima mejorase. Cualquier otra persona sí, pero Mauricio no. Tengo un cohete en el culo que me hace lanzar hacia lo desconocido contra viento y marea, o mejor dicho en este caso contra lluvia y frío, mucho frío.
Y es que para evitar las detestables autopistas que me llevan desde Tirana hasta Shkodër tracé un camino que me haría subir bastantes metros para atravesar el abra de una montaña. Y esto en invierno pude significar temperaturas bajísimas.
De todas formas, hoy era mi último día de AirBnb en Tirana y sin posibilidad de extenderlo. Así que sí o sí tenía que armar la moto e irme para otro lado. Aunque sea a otro hotel en la misma ciudad.
Después de estar 20 minutos bajo el techo de la puerta del edificio, viendo cómo la lluvia aumentaba y disminuía a intervalos regulares, decidí encender la moto para calentar el motor y ponerme camino a Shkodër.
Y es que en realidad fueron 20 minutos de auto-engaño. En lo más profundo de mi ser sabía que aunque cayera un océano del cielo iba a salir igual.
Pues ahí estaba yo, después de llenar el tanque de nafta a base de señas con el empleado albano, me puse camino a la montaña.
No faltaron muchos kilómetros para alegrarme de la decisión tomada. Rápidamente aparecieron paisajes de picos nevados con pinos amarronados en su base, todo acompañado de un gran río que parecía comerse todo a su paso.
Subí tanto que Pampero pisó nieve por primera vez. Bueno, aguanieve, la nieve estaba al costado pero de todas formas fue un bautismo invernal en toda regla.
Otro de los puntos que me preocupaba era si el abrigo que llevo era lo suficientemente abrigado para circular sin terminar «frizado» como Walt Disney.
Y después del día de hoy puedo decirles que va de maravillas. Desde el tobillo hasta el cuello no siento frío alguno. Lo que sí sufren son las manos, a pesar de llevar unos mega-guantes de invierno y especiales para moto, y también los pies, ya que las botitas, si bien son muy cómodas para hacer turismo, al ser bajas les entra agua por todos los rincones.
Otro punto donde sufro un poco es la zona del mentón y boca. Entra un vientecito incontrolable por el casco que congela hasta las ideas.
Así fue mi día de hoy, 150 kilómetros de cara, manos y patas congeladas, pero ¿y quién me quita lo bailado?
¿Cómo es posible que me lo siga pasando bien a pesar de este frío durante tantas horas?
No es la primera vez que me lo pregunto y tengo una teoría al respecto. Más bien dos teorías. Se las cuento y me dicen si puedo estar en lo cierto o no.
Teoría #1: Entre mis 8 y 11 años vivía en un pueblo en el centro de la provincia de Buenos Aires llamado «Sierra Chica» (famoso por tener una de las cárceles de máxima seguridad donde trabajaba mi padre) y una oportunidad vino a visitarnos mi abuelo «Miguel» (el padre de mi madre).
Mi técnica para saber cuántos años tenía en cada anécdota se basa básicamente en recordar en qué ciudad vivía, ya que cada 3, 4 o 5 años trasladaban a mi viejo y eso implicaba cambiarme de escuela, tratar de hacer nuevos amigos, donde fallé estrepitosamente en algunas oportunidades, y esos son recuerdos que quedan grabados a fuego.
En este pequeño pueblito, junto a mi abuelo, mi padre y otra gente random, salimos a la caza de «peludos». Un extraño animal de campo del cual desconozco ni me importa saber su verdadero nombre. Solo sabía que los cazaban para después comerlos «al escabeche», cosa que tampoco hice ni haré.
Por mi parte no tenía ninguna tarea asignada, simplemente caminar a través del campo y ver cómo ellos actuaban. Pero, oh casualidad, fue un día como el que cualquier cristiano de buena casa catalogaría «de mierda».
Un frío de cagarse, un día gris, cerrado, con lluvias que iban y venían, las manos petrificadas dentro de la campera hecha por mi madre y un par de zapatillas que por supuesto no estaban preparadas para ese tipo de travesía y que calaron cuanto agua se atravesó en mi camino.
Pero estaba en familia, con mi abuelo que había venido de visita y en un plan de súper aventura. Caminando en la amplitud de las sierras, siendo sigilosos para no espantar los bichos y saltando alambres de púa para continuar su búsqueda en el siguiente campo.
Me sentía un mini-Rambo. Y por supuesto que toda esa fantasía estaba muy por encima del frío que hizo ese día.
¿Será que el frío de hoy me lleva a ese lindo recuerdo con mi abuelo?
Teoría #2:
No sé qué amigo tenía mi viejo que laburaba en una cárcel de Mendoza que nos hacía la gauchada de darnos alojamiento si alguna vez queríamos ir para allá.
Mendoza es una provincia famosa por su viñedos, el paso a Chile, el hogar del Aconcagua (la montaña más alta del continente americano) y también por tener las mejores pistas de ski.
Una noche de sopetón, mi viejo arregló todo con dos llamadas de teléfono, cargamos algunos bártulos en el auto y nos fuimos para allá (entiéndase «allá» como 900 kilómetros de distancia… welcome to Argentina baby).
Para mí era un viaje cargado de aventura porque implicaba conocer la nieve por primera vez.
Basado en mi técnica anterior, vivíamos en Junín con lo cual tendría entre 16 y 18 años. Un pelotudón ya grandecito.
Todo lo que pasó antes y después de conocer la nieve realmente no lo recuerdo: ni el amigo mendocino de mi viejo, ni dónde dormimos el primer día ni qué comimos. El foco estaba en tocar la nieve, comerla, restregármela en la cara y hacer cuanta estupidez había visto en la tele a lo largo de toda mi vida.
Los preparativos incluyeron el alquiler de las cadenas para las ruedas del auto, lo cual le daba un aura más de aventura a las minis vacaciones. El Peugeot 306 dejaba de ser un simple Peugeot 306 para transformarse en un automóvil que podía, si el conductor así lo deseaba, moverse sin dificultad hasta en la superficie rocosa de Marte.
Y en el alquiler se incluyó también un trajecito especial de nieve bastante colorido para todos los integrantes de la familia y un par de culi-patines con un mango demasiado fálico para mi gusto. Los Simpsons eran un poroto al lado de la estampa familiar con esos atuendos multi-colores.
Nuestro primer intento fue ir a «Los Penitentes», la pista de ski más cercana a la ciudad Mendoza, pero después de varios kilómetros se cerró el tráfico por una tormenta de nieve que se avecinaba.
En mi mente no cabía la posibilidad de dar la vuelta, y menos aún si había tormenta de nieve. Ya soñaba con estar ahí, con los ojos cerrados para que no me lastimaran los copos de nieves volando a toda velocidad y corriendo de un lado para el otro. Pero no. Mi padre eligió (afortunadamente) velar por la seguridad de la familia y pegamos la vuelta.
Bueno, en realidad jugamos un rato en la banquina de la ruta antes de volver (y para amortizar el alquiler de los trajecitos de nieve), pero en mi interior la experiencia no estaba siendo del todo aventurera.
No sé cómo hizo mi padre pero convenció a mi madre para que fuéramos otro día a «Las Leñas», otro centro de ski ubicado en la ciudad de San Rafael, desconozco los kilómetros de diferencia que hay entre uno y otro pero fue un viajecito hasta llegar allí.
El Peugeot con las cadenas puestas se hizo un huequito entre las grandes camionetas y las 4X4’s que estaban estacionadas en este centro de ski, tal vez el más caro y lujoso de todo el país.
Ahí estaban los Gelves y ahí sí que había nieve, al por mayor, la suficiente para hacer una Torre de Babel más alta que el propio Aconcagua.
Para mi desgracia, al cabo de unos pocos minutos se largó a llover y, muy a mi pesar, nos fuimos a la cafetería de la estación a tomar algo calentito para calentar el cuerpo.
Pero mi culo estaba inquietísimo viendo a través de los ventanales toda esa nieve sexy que me hacía guiños cómplices invitándome a jugar.
No sé cómo pero me dejaron salir. Pasé un buen buen rato bajo la lluvia disfrutando de la nieve: culipatineé hasta el hartazgo, corría y me zambullía de cabeza en la nieve virgen y hasta armé una bola gigante como esas que siempre había visto en la tele.
El trajecito colorido había perdido para ese entonces cualquier capacidad de repeler líquidos. La nieve, el agua, la transpiración y yo éramos un único ser amalgamado.
¿Tenía frío? No lo recuerdo. Lo que sí recuerdo fue lo bien que me lo pasé y el disgusto que le di a mi madre en cuanto me vio hecho sopa.
Tuvieron que comprarme ropa nueva ya que estaba empapado de pies a cabeza y supongo que la bromita les habrá salido un ojo de la cara.
¿Será que el frío que pasé hoy atravesando montañas perdidas de Albania me recuerda a esas vacaciones familiares y mi gloriosa primera vez con la nieve?
Puede ser.
Ahora ya estoy en una cafetería de Shkodër escribiendo esto, calentito después de una buena ducha y una taza de chocolate.
Mañana salgo rumbo a Podgorica, la capital de Montenegro y acabo de ver el pronóstico: dan lluvia.
Si bien salí el primero de Mayo de 2021 siento que ahora, que estoy cruzando el mar Adriático para ir hasta Albania, comienza el verdadero proyecto de viaje de Mauri en Moto.
Y es que en mi paso por España, Portugal, Francia, Suiza e Italia me sentí como en casa, en la seguridad de tener la solución de cualquier problema al alcance de la mano y que afortunadamente no fueron muchos.
Pero ahora cruzo a Albania al comienzo de Europa del este y sí que habrán ciertas diferencias que harán que este viaje sea mucho más aventurero (y por ende más divertido).
Por una parte no entenderé la lengua, tendré que arreglarme con el inglés en las grandes ciudades y con gestos y señas el resto del tiempo, sobre todo cuando me mueva por pequeños pueblos.
Inclusive algunos países utilizan el alfabeto cirílico el cual es totalmente incomprensible para los occidentales. Toca ingeniárselas para descifrar los carteles y señales.
Ajam, claro… por las dudas sigo recto
En materia mecánica, hasta Belgrado (Serbia) no tengo más concesionarias de Royal Enfield, esto significa que cualquier desperfecto tendrá que ser arreglado con ingenio argento (y balcánico).
En mi estadía en Bari pude llevar a Pampero a un taller oficial donde le hicieron un service a fondo: cambio de aceite, chequeo general, ajustes y reparación del disparador de la luz alta que hacía varios kilómetros que traía roto (según el mecánico por unos cables pelados dentro del manillar).
También conseguí los repuestos del embrague y acelerador y sumado al cambio reciente de la rueda trasera tengo moto en condiciones para llegar hasta la China. El dibujo de la rueda delantera todavía tiene para un buen rato.
Por supuesto que me hice un ratito para ver a mis amigos Puglieses, Francesco Candia de Barletta y Antonio Moschetta de Andria.
Ambos amigos de la Comunidad de WordPress de Italia, que me llevaron a comer delicatessens de la zona siempre acompañado de buenas charlas. Qué placer poder mantener una conversación en otra lengua (aunque lo entienda mejor de lo que lo hablo).
Mi ingreso a los balcanes también implica moverme por países que no forman parte de la Unión Europea, con lo cual me tocará lidiar y cambiar euros por moneda local. La parte buena es que el cambio es favorable permitiéndome tener una vida más holgada y tener la tienda de campaña en buen resguardo hasta tanto pase el invierno.
El plan para las próximas semanas
Se viene el invierno y andar en moto por los balcanes con los fríos habituales de esta zona «no es moco de pavo». Mocos se me van a caer pero del frío.
Plan inicial para los balcanes
Mi idea es ir muy tranquilo, avanzar de poco y teniendo muy en cuenta el relieve de la zona para evitar nevadas o hielo en el asfalto. Iré lento esperando pacientemente la llegada de la próxima primavera y así recorrer con más soltura los paisajes típicos de esta zona.
De más está decir que mientras tanto voy a extremar las precauciones para circular con seguridad 🥶.
Pasaré la primera semana en Tirana (la capital de Albania), previo paseo por el pueblo de Berat, más conocido como «El pueblo de las mil ventanas» y que está declarado como Patrimonio de la Humanidad.
Berat (Albania), la ciudad de las mil ventanas
Luego empezaré poco a poco a dirigirme hacia el norte donde me espera Montenegro, Kosovo y luego el sur de Croacia. Pero eso ya lo dejamos para artículos posteriores.
Síganme los buenos
Primera vez en un camarote
Ya estoy en el Ferry «Golden Bridge» que es gigante y aparte de pasajeros transporte muchísimos camiones. De hecho la moto la dejé en un sub-subsuelo donde un egipciano me ayudó a estacionarla. Parece que comenzó a trabajar desde hace poco por la cantidad de órdenes que recibía de otro empleado naviero con más canas, .
Tengo que tener cuidado y estar alerta ya que la frontera con Albania está al límite de ser cerrada. Hoy chequeé una Web que la marca como zona naranja. Un empleado italiano de la empresa naviera muy buena onda me recomendó que dijera que «voy por trabajo» en caso de que me preguntaran en cualquier momento cuáles eran mis motivos para ir al país vecino.
A pesar de todos los ferrys que tomé en mi vida (Estrecho de Magallanes, de Helsinki a Tallin, de Nápoles a Palermo entre otros), es la primera vez que duermo en un camarote… sé que es una tontería pero esta simple experiencia me hace mucha ilusión.
Partimos a las 22:00 y llegaremos sobre las 08:00, no entiendo aún por qué tarda tanto en cruzar pero lo voy a aprovechar para ver una peli y descansar. Después les cuento qué tal la experiencia.
¡Qué loco! Mientras escribo este post ya empiezo a notar las primeras diferencias, y eso que aún no hemos zarpado del puerto italiano. Estoy en el salón de la cafetería/restaurante del barco y hay un olor insoportable a tabaco… y es que están fumando, ¡¡¡dentro del ferry!!! Welcome to the balcans my friend, jaja 🤷🏻♂️.
Por lo pronto manden fuerzas positivas para que mañana no llueva y pueda recorrer tranquilamente mi primer día en los balcanes 💫.
A pesar de querer hacer muchas cosas en este Domingo, respeté mi idea original de descansar todo lo que pudiera y así lo hice. Nueve flagrantes horas de descanso que se veían interrumpidas cada tanto con los ronquidos de otros viajeros, alarmas de móviles que sonaban eternamente o la dueña del hostel, una brasilera que hace 20 años que vive en Bari, que entraba y hablaba como si fuera el mediodía.
Aún así sigo maravillado con mi capacidad de dormir. Todas estos eventos los registro desde lejos, sin que lleguen a afectarme. Como un radar que detecta objetos extraños, pero que están tan alejados que ni siquiera son considerados peligrosos. Ojalá que este super poder de dormir aunque me pase un tanque de guerra por al lado continúe por muchos años en mi vida.
Cerca de las once de la mañana decidí hacer algo con mi vida. El pueblo de Matera, uno de los más bonitos de la zona, está a tan solo 66 kilómetros pero es un auténtico periplo llegar en transporte público. Quedaba fuera de toda posible ecuación. En su lugar elegí «Polignano a Mare», un pueblo de mar, con muchas calas, agua turquesa y la cuna de Domenico Modugno, el creador de «Nel blu dipinto de blu» o más conocida internacionalmente como «Volare».
Después de 20 minutos ya estaba recorriendo las callecitas del pueblo, con rumbo al casco histórico.
Caminé sin ningún destino fijo, sin mapa ni Google Maps, tan solo me dejé llevar por la energía del pueblo, y así fui sorprendiéndome en cada esquina con las distintas vistas al vasto mar y también a su famosa playa que aparece en primera plana cada vez que se busca su nombre en internet.
La playa más famosa de Polignano a Mare
Habré estado más o menos unas 5 horas deambulando por sus calles, todas de un color entre amarillo y anaranjado, muy característico de la piedra caliza típica de la zona.
Este mismo color de ciudad lo encontré en la pequeña isla de Malta, donde todos y cada uno de los edificios está también construidos utilizando esta materia prima.
Lo que sí tenía fijo era tomarme la foto con la estatua de Domenico, que según Andrea, mi amigo italiano que vive en Madrid, van allí hasta los recién casados para recibir la bendición del héroe del pueblo.
Desafortunadamente, en lugar de bendiciones encontré el apocalipsis. El pobre Domenico estaba restringido de visitas por labores en curso. Tuve que contentarme con verlo desde lejos. Menos mal que mi móvil tiene un lente 2.5x con el cual pude virtualmente extenderle un abrazo.
Estatua de Domenico Mondugno en Polignano a Mare
Ha sido un muy lindo primer día de reconexión con el proyecto de «Mauri en Moto», aunque Pampero siga guardado en Barletta a unos 64 kilómetros de Bari en dirección norte.
Mañana, en algún momento de mi horario laboral, tengo que acercarme al concesionario de Royal Enfield para pedir turno para que hacerle un service integral antes de meterme en los balcanes.
Hay que tener en cuenta que desde aquí hasta Belgrado (Serbia), no hay más concesionarias oficiales. Así que es menester cruzar el charco del Adriático con la moto en condiciones y «volar con el azul (cielo) pintado de azul…«
Volare, oh oh, cantare oh oh… nel blu dipinto di blu.
Pude escaparme nuevamente de Madrid. Lo logré una vez más.
Y es que esta ciudad tiene una energía mística que te atrapa y te hace creer que no hay nada interesante por ver más allá de la M-30.
A toda esta fuerza telúrica hay que sumarle que Diciembre está a la vuelta de la esquina, y todos sabemos lo que pasa en este mes, cena con amigos, con los chinos de los mercaditos de tu barrio, cena con los bomberos de la Puerta de Toledo y hasta te juntás con los vendedores ambulantes de latas de cerveza del barrio de Lavapiés, sí, aunque hagan 2 grados bajo cero, pero te juntás.
Había que escapar de esa red navideña que ponía en jaque la continuidad de mi viaje.
Así que después de una linda borrachera con amigos (yo no bebí tanto, odio las resacas), abrazos, besos y elogios repartidos a granel, me subo al autobús amarillo que sale desde la estación de Atocha y me deja en Barajas, todavía me resisto a llamarle «Adolfo Suárez – Barajas» aún estando muy de acuerdo con la vida política de este personaje durante la transición española.
Aeropuerto de Barajas
En cuanto terminé de leer «Verde Tortuga Oscuro», la primer novela de mi amiga Marianela Jiménez, llego a Bari.
Siento mi primer halo de alegría viajera al escuchar por la megafonía de la estación del tren «Allontanarsi dalla linea gialla…» (alejarse de la línea amarilla), una de las primeras frases que aprendí en mis primeros viajes por Italia.
Es de noche, pero las calles de Bari están abarrotadas de italianitos con sus looks traperos, cargados de prendas de los grandes diseñadores de este país: Gucci, Armani, entre otras marcas que me enorgullece no recordar.
Hago el check-in en un hostel que de primeras no me da buena espina por el aspecto de los personajes que atraviesan el pasillo mientras realizo la típica burocracia hostelera.
Después de una «Pizza con cotto» en la pizzería «Il Veliero» (la misma con la que me despedí de Italia un mes atrás) me entierro en la cama para reponer todas las horas de sueño que debía de mi paso por Madrid.
Hay serenata de ronquidos pero estoy tan cansado que me duermo en cuestión de minutos.
Duro, un día muy duro. Joaquín Sabina lo dice muy claro en una de sus canciones que entrados en una cierta edad «las resacas cortan como navajas».
Me costó mucho tiempo recuperar el alma, pero entrada la tarde se veía un esbozo de dignidad.
Modo NERD ON 👨🏻💻 === Encima por la mañana me tocó hacer una investigación muy interesante sobre por qué es muy complicado ordenar alfabéticamente las letras japonesas en el mundo de la informática, que por cierto se puede ordenar pero alfabéticamente no sería el término correto.
No hay alfa, no hay beta, gama ni espacios, sino 4 formas de escritura con más de 50.000 caracteres distintos que según la forma y el orden en el que se encuentren tienen distintos sonidos y por ende un orden. Ejemplo:
淳子 (Junko) 淳子 (Atsuko) 淳子 (Kiyoko) 淳子 (Akiko)
Modo NERD OFF 👨🏻💻 ===
¿Se lo pueden creer que al final me voy sin la foto que quería? Hoy volví al Cine Los Ángeles para retratar el neón guapísimo que tiene su puerta y por tercera vez consecutiva lo encuentro apagado, aunque dentro estaban proyectando una película. No tenía que ser.
Así luce el cartel del que no pude tomarle ni una fotografía
De ahí que me acerqué hasta la bahía y me tomé la foto con la que adorno este post.
Tengo mucho lío en el apartamento de cara a salir mañana y cero energías. Creo que lo dejaré todo así tal cual y mañana me levanto un poco antes para armar los bártulos.
Les saluda un Mauricio que ya recuperó su alma, hay una parte que todavía se niega a volver pero volverá.
Lo que para mí es un término común para otros no lo es tanto.
Recuerdo cuando en el 2009 volví de Buenos Aires a vivir al campo de Mercedes e intenté por primera vez en mi vida eso de «trabajar remotamente». Era algo imposible, no por las limitaciones técnicas, pero sí por las limitaciones sociales.
Para ese entonces era inentendible que una persona pudiera trabajar si no era dentro de un entorno de oficina, empresa o local preparado «para el trabajo».
Pero ahí estaba yo, con una pésima conexión de internet en el medio del campo pampeano de Buenos Aires intentando lograr lo que entendía como algo lógico y funcional ¿Por qué tenía que estar encerrado si podía hacer mi trabajo desde cualquier lugar?
El tiempo me dio la razón. No solo logré trabajar remotamente sino que ya es algo aceptado y hasta buscado por las empresas.
Debo admitir que la pandemia COVID-19 ayudó mucho a este cambio laboral en el mundo. Las empresas se vieron obligadas a continuar con su trabajo sea como sea y la única posibilidad que les quedaba era la de permitir a sus trabajadores a hacer su trabajo desde sus domicilios y conectados a internet.
Lamentablemente recién ahí fue cuando algunas de ellas se dieron cuenta que este cambio implicaba algo positivo, sobre todo para su economía: ya no necesitaban gastar una fortuna en metros cuadrados, equipamientos, cafés, suministros de oficinas y un largo etcétera.
Y no solo por lo material, la gente al disponer de su tiempo rendía mucho más. Se acabó esa época de la silla caliente o el trabajar a base de latigazos del jefe.
Claro está que todo esto se limita a trabajos que se puedan desarrollar a través de internet. No me imagino a un mecánico enviando un email a su cliente explicándole cómo actualizar el chip del último modelo de Tesla.
Espero que esta modalidad haya venido para quedarse, ya que hace feliz a la gente, se volvió a la vida y a las costumbres que tan alejados estábamos: compartir un almuerzo en familia, ir tranquilamente a la farmacia o cualquier otro mandado sin tener que pedir permiso a nadie o lo que es mejor aún, realizar el trabajo cuando estemos enfocados y con inspiración.
No sé ustedes, pero calentar una silla simplemente porque tenía que quedarme hasta las 18:00 era para mí una tortura. Sentía que estaba desperdiciando mi vida y por ende no era un empleado feliz (con todo lo que ello implica).
Hoy llevo una vida de nómade digital, que es la suma del trabajo remoto y el movimiento constante de ciudad en ciudad y de país en país.
Al igual que tanta otra gente que ya no está en oficinas, esta modalidad me hace feliz, y como quiero mantener esta calidad de vida trato de rendir al máximo en mi trabajo y ser aún más responsable.
Si tienes un jefe que aún no te permite esta modalidad, puedes compartirle este artículo (hazlo anónimamente si no te animas 😉), o bien esta charla que di hace tiempo en el que explico todos los beneficios que aporta el trabajo remoto.
WordCamp Granada 2019 – 10 razones del porqué tus empleados deberían trabajar en forma remota
Ojalá que pronto más personas puedan trabajar de esta forma y recuperar de a poco su calidad de vida.
Lo primero que voy a decir es que NO CAYÓ UNA GOTA EN TODO EL DÍA. Sigo siendo muy afortunado con el clima y lo disfruto porque tarde o temprano me caerá un buen chaparrón encima.
El primer hito del día era intentar conocer la «Iglesia Skate», aunque lo veía muy complicado porque estuvo mucho tiempo cerrada por el COVID, lo último que supe es que había que pedir cita previa pero igual fui… tenía buena espina.
Al llegar un segurata me da el número de la madre del dueño, la llamo y en cuestión de una hora tenía a un tal Nacho abriéndome las puertas de par en par para que la visitara.
No publico el número ya que es un teléfono personal, pero si estás interesado dejame un correo y te lo paso.
No sé el tiempo que estuve ahí adentro solo. Grabé, saqué fotos, volé el dron y lo contemplé hasta saciarme de colores.
De ahí salí para los lagos de Covadonga, donde disfruté mucho del recorrido, pero al llegar era un banco de niebla imposible de distinguir los cordones de las zapatillas.
Lo que sí disfruté como nene con juguete nuevo, fue el «Desfiladero de la Hermida» (la última foto de ayer). Lo recorrí a 40 bajo el insulto mudo de quienes querían adelantarme.
Mi hotel de hoy estaba cerrado por algún motivo, así que acabé en un camping público repleto de niños gritando. Quedan unas horas para ir a dormir, espero poder hacerlo 😅